Otoño como primavera -Priv. Seth-

El sonido de las hojas meciéndose era una suave y dulce melodía para sus oídos tras varias horas de trabajo dentro de aquella enfermería para 6 pacientes, la cual pocas veces se llenaba, ya que mayormente solo era para jóvenes perezosos que para saltarse la clase, pedían permiso de quedarse en ese lugar para dormir, ya que era muy extraño que llegara alguien verdaderamente herido, era algo poco común, pero de que sucedía, sucedía, pero no a menudo.

Y tal vez ese día no sería la excepción, ya que pronto sonaría la última campanada que daba por finalizadas las clases, así que tenía solo una hora para terminar de llenar los formularios de los jóvenes que habían asistido ese día a la enfermería, así como escribir en aquella bitácora para los otros doctores del turno ‘especial’.

Pero mientras llenaba aquellas hojas con una hermosa letra manuscrita, solía distraerse un poco al voltear a ver por aquella ventana, observando las parvadas de aves que volaban para resguardarse sobre las copas de los árboles y pasar una noche segura, así como esas hermosas nubes de color anaranjado, rosado y blanco, tradicional de aquella época del año, donde los arboles tiraban todas sus hermosas hojas para mudar y dejar salir nuevos y tiernos retoños, capullos de flores y así dar paso a los frutos tradicionales de la flora de Somersert.

Un hermoso espectáculo para sus amatistas orbes, pero al desviar su mirada y posarla de nuevo sobre aquellas hojas, no podía evitar dejar salir un suave suspiro de decepción al desear estar ahí afuera y no dentro de aquel lugar pintado de blanco, cortinas gruesas con suaves texturas y aquel aroma a medicina y desinfectante, propio de aquel tipo de lugares que marcaban que era un lugar sumamente limpio y apto para atender a cualquier joven.

-Solo un poco mas- Se animo a sí mismo, jugando un poco con el bolígrafo sin intenciones de seguir escribiendo al estar su mirada perdida sobre aquel pequeño reloj sobre su escritorio, escuchando y observando cada milimétrico movimiento de aquellas manecillas, mientras el ‘tic, tac’, resonaba en sus tímpanos y habitación hasta que el reloj marco las 7:45 Pm, ya que se paró de su asiento, con las manos dentro de aquellos bolsillos para ir a ver que aun no quedaran alumnos flojos, que las cosas estuvieran en su lugar, y arreglar un poco las camas, casi como algo rutinario, pero al verificar que todo estaba en orden, solo asintió, sonriendo de manera satisfactoria hasta que escucho la perilla moverse, sorprendiéndose un poco de que alguien fuera a entrar a pocos minutos de que tocara la campana, pero al ver quién era, aquella sorpresa pareció perderse de su mirada –Joven Seth,… ¿En qué se ha metido ahora?- exclamo en un suave susurro, lanzando una rápida mirada al reloj, 7:55pm,… Dejando escapar un suave suspiro, ya que parecía que tendría que estar un rato mas en aquel lugar –Por favor, toma asiento, cuéntame porque estas así- Tomo un pequeño botiquín, recordando que Seth, era el dichoso joven que siempre llegaba a la enfermería con heridas tan poco comunes y a la vez sorprendentes, siendo ya alguien conocido como paciente para el Elfo.

Si dijera que estaba tan adolorido como para ir a la enfermería estaría mintiendo, pero no podía evitar pensar que los profesores tenían ese extraño instinto de mandar a todo aquello con la más leve herida a la enfermería, como si fueran mercancía que debe ser reparada rápidamente antes de que se termine de dañar y sea completamente inútil. Comprendía el que lo hicieran con gente que se rompía un brazo o una pierna, incluso que se torcía el tobillo... pero esta vez, lo suyo era de chiste. Es decir, no es que fuera nada especialmente anormal, teniendo en cuenta de que se hablaba de Seth Owens, el chaval que siempre tenía algo. No por gusto, claro, pero tenía ese magnetismo sobrenatural con las heridas y los problemas, todos parecían querer ir hacia él y dejarle por los suelos.

Encima esta vez había sido totalmente su culpa. Nadie había ido a golpearle por hacer una gracia nada graciosa. Tampoco se había caído por las escaleras, no, había sido algo mucho peor. Y es que cuando el profesor al final de la última clase les había dicho que entregasen el trabajo se había dado cuenta de que no tenía ningún dossier ni clip. Le pidió la grapadora al profesor y en vez de grapar los apuntes, lo que hizo fue clavarse una grapa en la mano. Había sido lo más estúpido que había hecho en aquella semana, que ya era decir.
Al ver eso, el profesor le había mandado directamente a la enfermería aunque ya fuera a cerrar. Supuso que los clientes no querrían verle con una grapa clavada en la mano y, si se la sacaba él con lo torpe que era, seguro que se hacía la herida peor o algo así. Seguro que en la mente del profesor se había dibujado una idea tal que esa.

Así que ahí estaba él, frente a la puerta de la enfermería. Llamó un par de veces y luego la abrió, internándose en la habitación. No le extrañó que el elfo cambiara su expresión de sorpresa a una habitual. ¿Cuántas veces se habrían visto en lo que llevaba el chico en Somerset? Ya perdió la cuenta tiempo atrás. Se mordió suavemente el labio inferior, preguntándose internamente cómo presentarle la herida patética que se había hecho. Al final se limitó a levantar la mano herida para mostrarle la grapa fuertemente agarrada a su piel.

-Un descuido, nada fuera de lo normal esta vez. -Respondió, eligiendo cuidadosamente sus palabras mientras iba a tomar asiento como el otro le había ordenado, mirando de reojo como cogía el botiquín. Comenzaba a acostumbrase al escozor constante de las curas que le aplicaba el elfo. Alguien tan joven no debería ir tanto a la enfermería, pensó amargamente. Pero se repuso en un instante y esbozó una de sus habituales y alegres sonrisas.- No creo que le de muchos problemas y podré irme pronto. -Añadió esperanzado, deseando que el otro le diera la razón, porque dudaba que quisiera quedarse ahí con él.