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Laberintos de pasillos [privado Nox]
2 participantes
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Laberintos de pasillos [privado Nox]
Ya habiendo terminado el papeleo fue presentado a su primera clase como el nuevo profesor de Historia del arte. Rada no se andaba mucho con rodeos así que simplemente se presentó, nombro lista e inicio la clase como si nada. Más de un chico se llevó un golpe de tiza por dormir y no poner atención a la clase. Rada no era un hombre ciertamente que gustara de tomar clases, aun cuando crio solía tener problemas con los profesores y otros compañeros, así que sabía muy bien cómo lidiar con chicos así. Después de todo él había sido mil veces peor y en ese plantel parecía ser que los chicos problema brillaban por su ausencia.
Su primera clase paso sin muchas novedades. Uno de los profesores más antiguos le había llevado directo hasta su salón, por ende el rubio al salir de clases se había perdido un poco entre los pasillos. Giro uno tras otro tras otro, se empezaba a cabrear un poco siguiendo caminando.
Al cabo de un rato termino por hartarse. El día estaba soleado con algunos nubarrones, la suave brisa entraba por las ventanillas de los pasillos de forma refrescante.
El rubio suspiro algo pesado, mientras se aflojaba la corbata. Realmente no fuera que le molestaba el vestir de forma tan formal, pero la corbata le estaba matando, no era mucho de usarlas, realmente prefería usarlas para otras cosas, como amarrar a sus “victimas” de cama o simplemente para tenerlas colgadas en el armario.
Se detuvo de repente mientras su corbata estaba floja y se desabotonaba los primeros dos botones de la camisa. –Demonios, odio cuando esto me pasa, sabía que debí haberle puesto más atención a ese vejete parlanchín– dijo mientras se tocaba la nuca mirando a todos lados tratando de encontrar como llegar a la sala de profesores. –Tsk, esto me pasa por prestar mas atención a buenos culos que a las palabras del vejete… –
Termino por recargarse en la base de una de las ventanas abiertas del pasillo mirando al techo. –Tendré que preguntar…– Miro a todos lados y de repente vio a lo lejos a uno de los estudiantes y se acercó a él, parándose a sus espaldas.
–Oye tú, me puedes orientar, soy nuevo acá así que creo que estos pasillos del demonio ya hicieron que me desubicara– Dijo mirando a un lado viendo los cruces de los pasillos que ya le habían hecho cabrear, mas por el hecho de hacerlo perder la orientación.
Su primera clase paso sin muchas novedades. Uno de los profesores más antiguos le había llevado directo hasta su salón, por ende el rubio al salir de clases se había perdido un poco entre los pasillos. Giro uno tras otro tras otro, se empezaba a cabrear un poco siguiendo caminando.
Al cabo de un rato termino por hartarse. El día estaba soleado con algunos nubarrones, la suave brisa entraba por las ventanillas de los pasillos de forma refrescante.
El rubio suspiro algo pesado, mientras se aflojaba la corbata. Realmente no fuera que le molestaba el vestir de forma tan formal, pero la corbata le estaba matando, no era mucho de usarlas, realmente prefería usarlas para otras cosas, como amarrar a sus “victimas” de cama o simplemente para tenerlas colgadas en el armario.
Se detuvo de repente mientras su corbata estaba floja y se desabotonaba los primeros dos botones de la camisa. –Demonios, odio cuando esto me pasa, sabía que debí haberle puesto más atención a ese vejete parlanchín– dijo mientras se tocaba la nuca mirando a todos lados tratando de encontrar como llegar a la sala de profesores. –Tsk, esto me pasa por prestar mas atención a buenos culos que a las palabras del vejete… –
Termino por recargarse en la base de una de las ventanas abiertas del pasillo mirando al techo. –Tendré que preguntar…– Miro a todos lados y de repente vio a lo lejos a uno de los estudiantes y se acercó a él, parándose a sus espaldas.
–Oye tú, me puedes orientar, soy nuevo acá así que creo que estos pasillos del demonio ya hicieron que me desubicara– Dijo mirando a un lado viendo los cruces de los pasillos que ya le habían hecho cabrear, mas por el hecho de hacerlo perder la orientación.
Re: Laberintos de pasillos [privado Nox]
Aburrido.
Todo es tan horriblemente aburrido. El profesor que no para de hablar, los alumnos que le ignoran en favor de intercambiar chismes frívolos con voz disimulada -puedo oírte, rubiales, y apostaría el culo a que el profesor también lo hace, pero ni muerto se atrevería a callarte: le gusta estar al día. Qué apropiado-, la polilla estacionada en mi pupitre; aplastarla con la punta del bolígrafo sólo me entretuvo un segundo antes de regresarme a la realidad. A-bu-rri-do.
Preferiría estar de nuevo en las asquerosas trincheras de la Segunda Gran Guerra -había tanto trabajo entonces y los humanos morían tan rápido que no había tiempo para juegos- antes que estar aquí. Me habría saltado las clases como de costumbre, pero el tremendo sermón del consejero estudiantil fue bastante claro: asisto a más del 95% de las lecciones y no me mandan a las mazmorras. Qué detalle. Ni siquiera quiero pensar en qué hay ahí. Si todavía tuviera los privilegios de un Reaper podría haber entrado y salido del instituto en menos de un día y pasar completamente desapercibido. Sin mencionar que ese bastardo ya estaría bien muerto, que es como debe ser.
Suelto un suspiro largo y cansado, hundiéndome aún más en el incómodo asiento del colegio y apoyando la barbilla en la superficie de la mesita. Echo un vistazo al reloj de pared por enésima vez -en los últimos cinco minutos- y me atrevo a sentir un haz de esperanza cuando veo que no queda más de un cuarto de hora para que termine la tortura.
'Sólo un poco más', me digo internamente, 'no hay necesidad de recurrir al suicidio todavía'. Asiento la cabeza complacido; llegar a un acuerdo conmigo mismo siempre es algo bueno, y más aún si el resultado final no termina en quitarme la vida. Cuánto melodrama.
Entro voluntariamente en una especie de trance que podría describirse más como una ensoñación con los ojos abiertos, aparentemente aislado de lo que sucede a mi alrededor, pero tan pronto suena la campanilla yo ya estoy varios metros fuera del aula, caminando a paso alarmado por los pasillos y agradeciendo a todos los dioses habidos y por haber el pequeño espacio de libertad que tengo hasta mi siguiente clase, que no empieza hasta dentro de tres horas. Personalmente desearía que no empezara nunca, pero tres horas son pasables, supongo. Al menos descansaré el trasero de tantas horas en ese banco duro. Trato de no pensar en lo mal que lo pasan esos infelices que tienen sexo todo el tiempo...
Una voz a mis espaldas me frena de inmediato, mi corazón dando un salto ante lo repentino del asunto, pero cuando vuelvo el rostro en la dirección me aseguro de mantenerlo impávido y quizá un poco fastidiado. No quiero dar la errónea impresión de ser un buen samaritano que se muere por ayudar a los demás.
—¿Oh? Somos algo descuidados, ¿no?—arrastro perezosamente—. Podría ayudarte, supongo, pero ¿cómo sé que no eres sólo un desquiciado? Eres tan grande y poderoso, ¡podrías hacer cualquier cosa!—exclamo con exageración, y aunque mis palabras pretenden escurrir sarcasmo no puedo evitar reconocer que este sujeto sí es poderoso. Su aroma delata al menos eso—. ¡Ni siquiera me dijiste a dónde quieres ir! ¿Quieres que te guíe a la parte trasera de tu camioneta? ¿Me vas a ofrecer caramelos ahí?
Admito que me estoy pasando un poco de la línea, pero me es divertido y me libera un poco de las frustraciones, algo que me hacía más falta de lo que pensé. Finalmente me doy la vuelta completa, encarándolo directamente, y escondo las manos en los bolsillos de mi pantalón para completar la imagen de absoluta despreocupación.
—¡Oh! Pero por favor, discúlpeme, señor pederasta, no sé a dónde han ido mis modales—extiendo una mano burlona, dejándola en el aire con el dorso hacia arriba como si esperara que la besara—: me llamo Nox, y si tienes problemas no es asunto mío.
Todo es tan horriblemente aburrido. El profesor que no para de hablar, los alumnos que le ignoran en favor de intercambiar chismes frívolos con voz disimulada -puedo oírte, rubiales, y apostaría el culo a que el profesor también lo hace, pero ni muerto se atrevería a callarte: le gusta estar al día. Qué apropiado-, la polilla estacionada en mi pupitre; aplastarla con la punta del bolígrafo sólo me entretuvo un segundo antes de regresarme a la realidad. A-bu-rri-do.
Preferiría estar de nuevo en las asquerosas trincheras de la Segunda Gran Guerra -había tanto trabajo entonces y los humanos morían tan rápido que no había tiempo para juegos- antes que estar aquí. Me habría saltado las clases como de costumbre, pero el tremendo sermón del consejero estudiantil fue bastante claro: asisto a más del 95% de las lecciones y no me mandan a las mazmorras. Qué detalle. Ni siquiera quiero pensar en qué hay ahí. Si todavía tuviera los privilegios de un Reaper podría haber entrado y salido del instituto en menos de un día y pasar completamente desapercibido. Sin mencionar que ese bastardo ya estaría bien muerto, que es como debe ser.
Suelto un suspiro largo y cansado, hundiéndome aún más en el incómodo asiento del colegio y apoyando la barbilla en la superficie de la mesita. Echo un vistazo al reloj de pared por enésima vez -en los últimos cinco minutos- y me atrevo a sentir un haz de esperanza cuando veo que no queda más de un cuarto de hora para que termine la tortura.
'Sólo un poco más', me digo internamente, 'no hay necesidad de recurrir al suicidio todavía'. Asiento la cabeza complacido; llegar a un acuerdo conmigo mismo siempre es algo bueno, y más aún si el resultado final no termina en quitarme la vida. Cuánto melodrama.
Entro voluntariamente en una especie de trance que podría describirse más como una ensoñación con los ojos abiertos, aparentemente aislado de lo que sucede a mi alrededor, pero tan pronto suena la campanilla yo ya estoy varios metros fuera del aula, caminando a paso alarmado por los pasillos y agradeciendo a todos los dioses habidos y por haber el pequeño espacio de libertad que tengo hasta mi siguiente clase, que no empieza hasta dentro de tres horas. Personalmente desearía que no empezara nunca, pero tres horas son pasables, supongo. Al menos descansaré el trasero de tantas horas en ese banco duro. Trato de no pensar en lo mal que lo pasan esos infelices que tienen sexo todo el tiempo...
Una voz a mis espaldas me frena de inmediato, mi corazón dando un salto ante lo repentino del asunto, pero cuando vuelvo el rostro en la dirección me aseguro de mantenerlo impávido y quizá un poco fastidiado. No quiero dar la errónea impresión de ser un buen samaritano que se muere por ayudar a los demás.
—¿Oh? Somos algo descuidados, ¿no?—arrastro perezosamente—. Podría ayudarte, supongo, pero ¿cómo sé que no eres sólo un desquiciado? Eres tan grande y poderoso, ¡podrías hacer cualquier cosa!—exclamo con exageración, y aunque mis palabras pretenden escurrir sarcasmo no puedo evitar reconocer que este sujeto sí es poderoso. Su aroma delata al menos eso—. ¡Ni siquiera me dijiste a dónde quieres ir! ¿Quieres que te guíe a la parte trasera de tu camioneta? ¿Me vas a ofrecer caramelos ahí?
Admito que me estoy pasando un poco de la línea, pero me es divertido y me libera un poco de las frustraciones, algo que me hacía más falta de lo que pensé. Finalmente me doy la vuelta completa, encarándolo directamente, y escondo las manos en los bolsillos de mi pantalón para completar la imagen de absoluta despreocupación.
—¡Oh! Pero por favor, discúlpeme, señor pederasta, no sé a dónde han ido mis modales—extiendo una mano burlona, dejándola en el aire con el dorso hacia arriba como si esperara que la besara—: me llamo Nox, y si tienes problemas no es asunto mío.
Nox- Estudiante
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 18/03/2014
Localización : No bajo tu cama, definitivamente no ahí.
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